Excursiones nocturnas
“No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo
la tierna protesta de los astros”.
Ciudad sin sueño (1929), Federico García Lorca
La exposición de Josefina Concha E. en galería Praxis de Buenos Aires es una invitación a un páramo de criaturas increíbles, las cuales, huyendo de sueños y pesadillas, nos guían hacía rincones de encuentros nocturnos, sigilosos, exuberantes de aventuras. La representación de estas Excursiones nocturnas cobra forma en tejidos y, por sobre todo, en pinturas, un lenguaje que Josefina ha
guardado para sí durante años y que está vez tiene un rol principal.
Esta exposición tiene tan poco de programática como todo de libidinal. Responde al impulso de Josefina Concha E. de explotar su relación voraz con la pintura, habitualmente sublimada por sus textiles escultóricos. Hoy, me gusta pensar que una serpiente puede ser la analogía de la disciplina pictórica para la artista. Así, unas víboras salen de la cabeza de un hombre dormido, es aquella ciudad del sueño, una donde el reptil se despliega en todo el paisaje charlando con sus compañeros animales y humanos convenciéndolos de que nos atrapen. Esa serpiente que es la pintura en sí misma no tiene fin, una bestia rasante que todo el
tiempo explora distritos originales, está buscando cosas nuevas y en esos callejones que se abren, se enreda, anudándose, quedándose un rato en ese
problema del color, la pincelada, el estilo, la escuela. Después se aburre, odias las
convenciones.Excursiones nocturnas nos invita a un paisaje de seres monstruosos,
representados en pequeñas pinturas y textiles volumétricos adheridos a
estructuras como si en cualquier momento fuesen a echar el vuelo. Obras que
están escondidas tras lunas menguantes y crecientes, puesto que nunca se
exponen a la claridad total, necesitan el suficiente fulgor para permitirnos mirarlos
desde nuestro paisaje seco, observar esa región trémula y húmeda, más húmeda
que la ciudad pantanosa de Buenos Aires.
Matías Allende Contador
convenciéndolos de que nos atrapen. Esa serpiente que es la pintura en sí misma no tiene fin, una bestia rasante que todo el tiempo explora distritos originales, está buscando cosas nuevas y en esos callejones que se abren, se enreda, anudándose, quedándose un rato en ese problema del color, la pincelada, el estilo, la escuela. Después se aburre, odias las convenciones.Excursiones nocturnas nos invita a un paisaje de seres monstruosos, representados en pequeñas pinturas y textiles volumétricos adheridos a estructuras como si en cualquier momento fuesen a echar el vuelo. Obras que están escondidas tras lunas menguantes y crecientes, puesto que nunca se exponen a la claridad total, necesitan el suficiente fulgor para permitirnos mirarlos
desde nuestro paisaje seco, observar esa región trémula y húmeda, más húmeda que la ciudad pantanosa de Buenos Aires.
Matías Allende Contador